Cada vez quedan menos pastores en Castilla y León, guardianes de un oficio que sostiene nuestras raíces y da sentido a nuestra tierra.
Rogelio Chico es uno de ellos.
Durante el VIII Congreso de Cocina con Queso y Humor, rendimos homenaje a Rogelio con el Premio al Pastor Tradicional, un reconocimiento que va más allá de un premio: es un acto de gratitud a una vida entera dedicada al campo, al cuidado del rebaño y a una forma de vivir que se está apagando, pero que él se niega a dejar morir.
Las ovejas de Rogelio no entienden de horarios ni de festivos. Su calendario lo marca el sol, la lluvia y las estaciones…
Cada día, sin descanso, Rogelio se levanta antes del alba para atender a sus ovejas. Lo hace con el mismo respeto y paciencia de siempre. Su vida es el reflejo del esfuerzo silencioso de tantos pastores que sostienen, con sus manos y su constancia, la raíz de nuestra cultura quesera.
Durante décadas, su labor ha sido esencial en la cadena que da vida al queso.
La leche de sus rebaños (fruto del cuidado y la experiencia acumulada) nutre los procesos de la creación del queso.
“Esto se acaba”
Cuando le entrevistamos, pronunció estas palabras breves… pero cargadas de verdad. En su voz se mezclaban el orgullo y la tristeza: la certeza de haber vivido un oficio que se apaga poco a poco, y el orgullo de haberlo hecho con ganas, con el alma, con el corazón puesto en cada amanecer entre ovejas.
Sus ojos reflejan la historia de una vida entera dedicada al campo. “Cuando empecé era joven, con ilusiones”, nos contaba. Tenía 30 años, trabajó en varios lugares, y cuando su padre se jubiló, decidió quedarse con la explotación familiar. Recuerda aquellos primeros años en los que ordeñaba a mano, día tras día, sin descanso. Un trabajo duro, sí, pero lleno de sentido. Porque para él, cada ordeño era una forma de seguir dando vida a una tradición que hoy parece frágil, pero que, gracias a personas como él, sigue viva en cada rebaño, en cada amanecer y en cada trozo de queso que nace de su legado.
Su forma de trabajar, su entrega y su ejemplo son un recordatorio de que no hay queso sin pastor, ni cultura sin raíces.
En el VIII Congreso de Cocina con Queso y Humor no solo se ha celebrado la creatividad en la cocina, sino la humanidad detrás de cada producto y un homenaje a todas esas personas que viven por y para el campo.
Por eso este reconocimiento a Rogelio Chico representa mucho más que un premio: es un homenaje a todos los que madrugan cuando el resto aún duerme, a los que siguen creyendo en el esfuerzo diario, al amor por los animales y por una forma de vida en la que cada gesto cuenta.
Esta es la historia de Rogelio Chico, pero como la de él hay muchas más, personas que se levantan cada día para cuidar de sus animales, para hacer que el campo siga con vida, con fuerza, y resistiendo el paso del tiempo manteniendo así patrimonio cultural.
El aplauso que acompañó a Rogelio Chico aquella tarde fue un aplauso para todos los pastores.
Porque premiar a un pastor es premiar el origen de todo lo que somos: la tierra, el esfuerzo, la humildad y el sabor de lo auténtico.
Su historia nos recuerda que, aunque él diga “esto se acaba”, mientras haya quien escuche, respete y valore el trabajo del campo, esto seguirá vivo.
Gracias, Rogelio,
Por tu tiempo, por tu constancia, por seguir con esta gran labor.
Por mantener encendida la llama de la tradición que da sentido a todo lo que hacemos
Por recordarnos que el queso empieza con el trabajo de un pastor.
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